NUEVOS HORIZONTES EN CAMINO FIRME

El dolor de lo inesperado... 

Nos detenemos cuando algo interrumpe nuestro recorrido.

Siete meses han transcurrido ya desde la partida terrenal de Yuvia y es posible que alguno me cuestione "¿Todavía lamentándote por su ausencia?". Quien piense así no sabe aún lo que es perder a un ser muy querido. Cuando le toque (porque ese día llegará, quiéralo o no), su perspectiva cambiará.

Las situaciones de antaño no quedan atrás del todo, pues ciertamente de ellas aprendimos mucho; es lo que se llama "experiencia". Son la base de nuestras actuaciones del momento y de muchas de nuestras acciones a futuro. No obstante, esas mismas vivencias pueden llegar a tornarse completamente inútiles cuando algo realmente impactante sacude e incluso resquebraja nuestros cimientos. El resultado es un desorden y una desesperación inenarrables. Es lo que ocurre cuando perdemos a un ser querido: nuestra vida cotidiana se desorienta, se desordena y eso nos pone en extremo mal, nos desespera y nos descorazona. 

...y el valor de lo aprendido.

Pero esto no lo escribo por lamento. Más bien lo escribo porque he aprendido a vivir con ello, aunque siga doliendo. Es la experiencia que adquirí y con la cual sigo adelante, porque así lo decidí. Y es muy importante aclarar que seguir adelante no significa olvidar ni mucho menos traicionar; es asimilar que hubo algo que ya no es, pero que permanece e impulsa a continuar con la existencia, a buscar nuevos horizontes, nuevas perspectivas... sin olvidar las vivencias anteriores. Significa recorrer un camino comprobado como seguro, por el cual se puede alcanzar un nuevo destino.

¿Paradójico? En absoluto: cuando Jesús enseñó en tierras de Israel, pocos se imaginaban que de su predicación surgiría el movimiento nazareno (conformado inicialmente por judíos), del cual nacería posteriormente la iglesia cristiana (compuesta por judíos, romanos y griegos), principalmente gracias a los viajes misioneros de un judío conservador converso a la nueva espiritualidad: Pablo de Tarso. El camino (fe en Un Solo Dios) seguía siendo el mismo, pero con un nuevo destino (llegar a Dios por medio de Jesús).

Replantear el destino es la clave.

Revisa tu destino y sigue caminando, aunque se presenten obstáculos.

Puede ser que el camino recorrido haya presentado algunos obstáculos, pero éstos fueron superados. Es posible que más adelante haya otros impedimentos presentes durante la travesía, pero también pueden superarse, aunque tengan un aspecto distinto. Es más, ningún camino es semejante a otro, pues cada cual tiene sus propias características y sus propias trabas. Lo único que debe hacerse es replantear el destino para que ese camino se reafirme y cobre sentido pleno.

Por eso yo no he abandonado el camino de la fe y del amor. Simplemente las circunstancias cambiaron y me he ido adaptando a ellas, por lo que tengo una nueva visión del destino al cual deseo llegar.

"Piensa en nuevas categorías" (Peter Ouspenski)

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