TIEMPOS DIFICILES, PERO NECESARIOS

Nunca estamos 100% preparados para enfrentar los problemas, pero son esos mismos problemas los que nos hacen evolucionar.

 Recientemente me dijo un amigo que el hombre no ha nacido para estar tranquilo. Cuando le pregunté el motivo de su afirmación, me dijo sin dudarlo: "Cuando el hombre no enfrenta retos, se siente inútil y va perdiendo autoestima. Por eso es que los jubilados se amargan".

Sus palabras me pusieron a pensar mucho. De repente lo encontré muy lógico: Al terminarse las ambiciones personales (sea por haberlas conquistado o por renunciar a ellas), el ser humano va perdiendo la chispa que le inspira a seguir adelante; ya no le interesa el futuro y, por ende, no se hace ilusiones respecto a él. Entonces se estanca y languidece. Empieza a ver la muerte como una bendición que le librará de una vida sin sentido.

Ninguno de nosotros está exento de caer en esa forma de depresión y, en este mundo tan cambiante en valores y perspectivas, el sentimiento de inutilidad y obsolescencia se expande entre quienes ya llegamos a los 50, 60 o 70 años, precisamente las generaciones que hemos presenciado increíbles cambios desde la década de los 90. Muchos estamos relativamente actualizados, pero ¿qué ocurre con quienes no lo están? A esas personas les cuesta adaptarse a plataformas digitales como Netflix o Hulu para ver películas online; siguen usando sus viejos CDs de música porque no entienden eso de los mp3 o mp4, se sorprenden cuando en un restaurante no les muestran la carta o menú en físico porque ahora pueden verse en formato PDF o JPG vía WhatsApp o Instagram y se topan con que su título universitario no es garantía de hacer buen dinero, ya que cualquier muchacho de veintitantos con estudios básicos puede ganar miles de dólares solo por ser influencer

¿Le sorprende esto? ¡Le doy la bienvenida al club!

Surge entonces la pregunta ¿Qué hacer? ¿Dejarse llevar por el desánimo ante la evidente obsolescencia de la generación a la que se pertenece o adaptarse a los tiempos de cambio y seguir adelante, aunque se choque con las perspectivas locas de la llamada "generación de cristal"? La respuesta lógica es la segunda. Son los retos los que nos mantienen activos: nuestra mente se pone en alerta y comienza a buscar soluciones; la adrenalina se distribuye por nuestro organismo y nos permite un mejor desempeño físico. 

No hay nada mejor que un reto para sacar lo mejor de cada persona y son precisamente los momentos de grandes calamidades los que hacen surgir personas fuertes y decididas; precisamente las que necesitamos cuando el barco de nuestra civilización amenaza con hundirse.

Yo he pasado por muchos momentos realmente difíciles, pero Dios me da fuerzas cada día para continuar caminando y el espíritu de mi Michulina, así como el recuerdo de su amor, me estimula a progresar, dejando atrás todo lo que ya no tiene cabida en mí. 

Y así como estoy progresando, mi ejemplo motivará a otros, sean muchos o pocos. No me interesa si soy un potente reflector o una sencilla linterna; lo que importa es que ayudaré a otros a seguir su senda de sanación y resurgimiento.

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