UNIDOS POR UN CORDÓN ROJO
Hace algunos años me interesé por estudiar la Kábbalah, una disciplina del pensamiento esotérico judío (vinculada con los modernos jasídicos) que estudia el sentido oculto de la Toráh (los primeros cinco libros de la Biblia). En ella es tradicional el uso de un hilo o cordón rojo atado en la muñeca izquierda.En la misma Biblia (Génesis 38,27-29 y Josué 2,18-21) se menciona el hilo o cordón rojo como señal de preeminencia y salvación. Entre los kabbalistas y los judíos seculares, es tradición ir hasta Belén para visitar la tumba de Raquel, la esposa de Jacob, a fin de enrollar un hilo de lana roja alrededor del monumento, mientras recitan una oración especial llamada Ben porat. Una vez consagrado, de este hilo se toman trozos que luego son puestos en la muñeca izquierda de los asistentes siguiendo un ritual específico, al tiempo que se vuelve a recitar (esta vez individualmente) la oración Ben porat.
Judío kabbalista enrollando el hilo alrededor de la tumba de Raquel.
En el Zóhar (libro derivado de la Toráh y que reúne los estudios de los maestros esotéricos judíos) se explica que Raquel está sepultada sola porque "cuando nos encontramos solos, podemos sentir genuinamente a los demás". Ahora bien, ya que la Kábbalah considera a Raquel como "la madre del mundo" y como tal “llora por sus hijos” (Jeremías 31,14), luego ella es nuestro canal de cuidado y protección por venia del Altísimo (concepto semejante al de la virgen Máría como intercesora ante Dios por nosotros). Esa es la base de la práctica mencionada líneas arriba y que yo decidí adoptar en primer término para luego enseñársela a Yuvia, quien después accedió a practicarla igual, con la salvedad de que ella la portaba solamente de noche.
...y una leyenda oriental.
Representación de la unión mediante el hilo rojo del destino.
Recientemente vi en Netflix la serie coreana "Mañana" y pude ver que en ella se mencionaba algo sobre un hilo rojo que une a las personas más allá del tiempo y el espacio. Eso me llamó la atención y comencé a investigar al respecto. Descubrí que en Japón, así como en China y Corea, existe un mito según el cual las relaciones humanas están predestinadas por un hilo rojo que los dioses atan en el dedo meñique de quienes están destinados a encontrarse en la vida. La leyenda asegura específicamente que "si el cielo tiene preparado que te encuentres con una persona en concreto, así será". También afirma que quienes se encuentran unidos por el hilo rojo se convierten en almas gemelas y "vivirán una historia importante", sin importar el tiempo que pase ni las circunstancias que se presenten en la vida, ya que el hilo rojo puede enredarse, estirarse, tensarse e incluso desgastarse… pero nunca romperse.
Pase lo que pase, el hilo rojo sigue uniendo los destinos de las personas.
Nada queda al azar: ese hilo lo lleva puesto cada persona desde la concepción y le acompañará a lo largo de su vida, guiando su futuro y permitiendo su encuentro con todas aquellas personas con quienes está destinada a compartir. Lo más sorprendente de esto es que, según la leyenda, se sabe que la persona que llegue es la correcta porque se siente paz interior y seguridad al encontrarla, además de una grande e incomparable alegría... Y todo eso me ocurrió cuando Yuvia, justamente ella, me dedicó una canción en una tarde de octubre de 1994 y que yo identifiqué como la señal de que ella era la mujer de mi vida.
Nada es casual.
Sin saberlo, el portar ambos el cordón rojo fue la señal evidente de que estábamos destinados a encontrarnos desde un principio, tal como lo asegura la leyenda japonesa. Al mismo tiempo, fue nuestro vínculo visible con la protección espiritual que El Único Eterno ofrece a quienes se le acogen. Como dije líneas arriba, Yuvia usaba el cordón solamente de noche y eso tuvo su razón de ser: al dormir, Yuvia era espiritual y emocionalmente vulnerable (de hecho, le costaba quedarse dormida por sentirse indefensa), así que usar el cordón durante el sueño le infundía calma y seguridad. El cordón bien pudo ser una especie de ayuda psicológica, un placebo que la ayudaba a descansar, pero yo me inclino más por considerarlo para ella un verdadero medio de protección contra lo negativo, tal como lo enseña la tradición kabbalista judía.
En conclusión...
Quien quiera creer o no en la veracidad de todo lo que acaba de leer, es libre de hacerlo. Yo, por mi parte, he optado por creer firmemente que es una innegable realidad y que todo esto ha sido previsto por El Todopoderoso para que compruebe que Él sí interviene en nuestras vidas y que nada, absolutamente nada se le escapa de las manos, porque todo tiene una razón de ser.
Quien tenga ojos, que vea.





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