SÍ HAY OTRA VIDA (1)

Hay algo más fuera de esta existencia terrenal.

A los pocos días de la partida física de Yuvia, por primera vez en mucho tiempo mi mente se llenó de un sinfin de preguntas. Comencé a cuestionarme si realmente la había amado como se lo merecía, si realmente le había demostrado ese amor, si realmente había hecho todo por hacerla feliz... y esas preguntas me condujeron a otra: ¿cuál era mi responsabilidad en cuanto a su destino eterno por sus decisiones influenciadas por mí?... Y más aún: ¿qué destino eterno tendría?. Eso me llevó a la pregunta de las preguntas: ¿existe un destino eterno, un "más alla"?

Lo que se me dijo y lo que llegué a experimentar. 

Desde niño se me enseñó la existencia de El Cielo, El Purgatorio y El Infierno; el primero para los buenos, el segundo para los regulares y el tercero para los malos. Me preguntaba ¿cómo podía ser bueno para ir al Cielo? porque me aterrorizaba ser quemado para siempre en las llamas del Infierno por haber sido malo y al mismo tiempo me preocupaba permanecer siglos en El Purgatorio por no haber sido lo suficientemente bueno. Durante mi estancia en la Renovación Carismática Católica, aprendí que vivir espiritualmente en Dios, a través de la oración, era uno de los "requisitos" para actuar correctamente y ser "bueno". Paulatinamente aprendí más cosas, pero la pregunta sobre si realmente había otra vida luego de ésta seguía presente. Cuando mi abuela paterna falleció en noviembre de 1985, tuve un sueño en el cual ella me dijo "Ore por mí"... y aunque no la reconocí como tal en el instante, ese fue una pequeña muestra de la revelación que se me daría más adelante.

Días después de que falleció mi suegro Don Tulio, Yuvia comenzó a tener una serie de sueños en los cuales él le aseguraba que estaba bien, que se había encontrado con varios familiares, que se le había dado un tiempo para reflexionar acerca de sus errores y que, de vez en cuando, le permitían "bajar para ver a la familia". Dichos sueños me llamaron la atención; recordé lo que me había ocurrido con mi abuela paterna, pero aún no lo reconocía como posible según mi intelecto. Siete años despúes, cuando vivíamos en Puerto Cabello, fui testigo de cómo la tapa de una jarra de café fue eyectada de sobre ella hacia una de las paredes del apartamento, sin que alguien la hubiese tocado. Lo primero que se me vino a la mente, cuando vi eso, fue preguntar "¿Don Tulio?" pues, sin saber por qué, pensé en mi suegro. Comencé a relacionar mi sueño con los de Yuvia y encontré que, tanto en mi sueño como en los de Yuvia, la persona fallecida podía hablar con su ser querido y le manifestaba hacer o necesitar algo. Eso sólo podía significar una cosa: la existencia de una vida después de esta vida.

(Continúa en la próxima entrada).

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