¿QUIÉN LLEVA EL DUELO?

Quienes hemos perdido a un ser querido, sea nuestra pareja, nuestros padres o nuestros hijos, sabemos que es una experiencias muy dolorosa, difícil de sobrellevar y que requiere un tiempo indeterminado que sólo el deudo establece según su propio sentir. El duelo puede durar unos meses, unos años o incluso décadas; nadie puede establecer un tiempo "justo" para llevar el duelo por el ser querido que partió a la Eternidad. En mi caso, el duelo por mi padre (fallecido en diciembre de 2021) ha ido disminuyendo, no así el que llevo por mi esposa, fallecida hace menos de 3 meses; ambos son fuertes de experimentar, pero a mí me afectó mucho más la partida física de mi esposa. 

Seguramente a algunos les sorprenderá que el duelo por mi padre sea menor al duelo por mi esposa, pero no tiene por qué sorprender: mi padre tenía 76 años, pero mi esposa tenía 46; mi padre ya estaba en la última etapa de la vida terrenal humana, pero mi esposa estaba en la plenitud de vida terrenal; yo vivía separado de mi padre, pero compartía a diario con mi esposa. Así, lo más lógico es que la partida de Yuvia me haya afectado mayormente. Quien considere que la partida de un padre duele más, es su criterio y lo respeto, pero los pareceres en cuanto a qué muerte duele más son cuestiones netamente personales.

El seguir llorando a un ser querido preocupa a algunos a nuestro alrededor, incluso si han transcurrido apenas unas pocas semanas del hecho. "¡No llores más! ¿Acaso no ves que te amargas? ¡Debes seguir viviendo!", puede que nos digan. Se entiende su preocupación por nuestro estado anímico y, seguramente con la mejor de las intenciones, quieren vernos recuperados, retomando las riendas de la vida para seguir adelante. Pero quien lleva el duelo es el afectado; quien llora a la esposa fallecida es el esposo. Puede que sea incómodo lidiar con el afectado, pero si hay genuino interés en que éste asimile la pérdida y aprenda a vivir con ella, no se le impedirá que exprese su tristeza, su indignación o sus temores ante lo que pueda ocurrir en un futuro. El secreto para ayudarle está en la empatía, movida por el auténtico cariño hacia la persona afectada.

La pérdida del ser amado será recordada de por vida; es una cicatriz imborrable ni con el mejor de los láseres y toca vivir con ella. El duelo es nuestro; nadie más puede llevarlo por nosotros... Pero podemos aprender a sobrellevarlo si así nos lo proponemos, confiando en que Dios Todopoderoso nos ayudará en ello.

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

TIEMPO Y DETERMINACIÓN

TIEMPOS DIFICILES, PERO NECESARIOS

UN AÑO SIN LA MICHU