MÁS QUE PROFESORA (1)
Destino señalado.
Nos conocimos en 1985, en casa de su prima Karim. Para ese entonces no reparé mucho en ella, pues me sentía atraído por una joven dos años mayor que yo, pero ya su persona reconocía algo en mí que le llamaba la atención pues, al preguntarle su prima a qué muchacho entre el grupo de amigos elegiría como novio, invariablemente respondió "A él" y me señaló.
Nueve años después, una noche sabatina de agosto de 1994, durante una de las reuniones de nuestro grupo juvenil católico en la parroquia "Nuestra Señora de Fátima" de Barrio Sucre, San Cristóbal (Venezuela), se acercó al templo una muchacha, acompañada de su novio para ese momento y con quien tenía muchas dificultades tras cinco años de relación. Al principio no simpaticé con ella y me limité a darle la bienvenida, pero ella vio, sobre mí, una especie de luz que me destacaba entre el resto de los asistentes.
-Una vez me reuní con ustedes- me dijo.
-¿Cuándo?- le pregunté.
-En casa de mi prima Karim. Cuando eso, ella era novia de Humberto- respondió.
Yuvia era aquella muchachita que, muchos años atrás, me había señalado como su elección en cuanto a pareja. Nuestro destino había comenzado a escribirse desde ese entonces y yo no lo sabía.
"Lo que es del cura, va para la iglesia".
Comenzamos a llevarnos bien desde que intervino en una de nuestras reuniones sabatinas, opinando acerca de un tema que tratábamos en ese momento. Me atrajeron su fluidez de palabra y su convicción en cuanto a argumentos utilizados. Desde ese momento nos hicimos muy cercanos. Cada vez que nos reuníamos en la iglesia o en casa de algún amigo, buscábamos estar juntos; nuestras conversaciones, triviales al principio, se hicieron más profundas y tratamos temas sobre Dios, sobre el amor y sobre el hipotético futuro que cada uno aspiraba vivir.
El sábado 24 de septiembre de 1994, durante una visita en casa de mis padres, nos revelamos la atracción que sentíamos mutuamente y a partir de allí nuestra historia cambió. Ella dejó a su entonces novio y yo dejé de buscar pareja entre las muchachas del grupo católico. A mis 14 años había sufrido el primero de muchos rechazos por parte de la muchacha que me gustaba y una noche, llorando, escuché en la radio la canción "No hay cielo" de Franco de Vita y le pedí a Dios que, cuando llegara la mujer de mi vida, me dedicara esa canción. Cuando, comenzando nuestro noviazgo, Yuvia me dedicó esa canción, yo me arrodillé, le di gracias a Dios y le dije a ella: "No tengo que buscar a nadie más. Tú vas a ser mi esposa".
Pero no todo fue fácil. Tuvimos que luchar contra un pasado que nos perseguía a ambos, pues la costumbre puede llegar a ser tan fuerte a un punto que domina las acciones de las personas. Fueron muchas las veces que terminábamos la relación y volvíamos a retomarla. En una ocasión, como no tenía dinero para obsequiarle algo mejor, opté por tomar una piedra lisa color vino tinto y escribir en ella las iniciales de nuestra frase de amor en inglés, I.L.Y.V.M. - I.L.Y.T. y se la entregué, diciéndole "Cuando esta piedra se rompa, se habrá roto lo nuestro". Durante una de esas fuertes rupturas, ella tomó la piedra y la estrelló con todas sus fuerzas contra el suelo, pero la piedra no se rompió; indignada, la tomó del suelo y volvió a arrojarla hacia ahí con más fuerza... pero la piedra permaneció intacta. Lo intentó por tercera vez, pero el resultado fue el mismo. Hoy día, la piedra permanece en el rincón que preparé en honor a mi esposa. Nuestro amor, contra todos los pronósticos, permaneció tan fuerte y compacto como esa piedra hasta el día que ella partió al encuentro con El Eterno.
(Continúa en la próxima entrada...)


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