DECISIONES... 

Una nueva e inesperada situación: enfrentar días de soledad e interminables recuerdos en la casa que una vez habitamos ambos. Cada rincón, cada detalle, cada objeto es un vivo recuerdo del paso de mi esposa Yuvia por este mundo material. ¿Qué hacer, ahora que no está aquí, en casa, conmigo? ¿Cómo enfrentar este monstruo de la soledad repentina, del hacer comida solo para mí, del encargarme únicamente de mi ropa, mi salud, y mis pensamientos (los más difíciles de manejar)?...

Yuvia y yo en tiempos más felices.

Nadie nos prepara para confrontar la partida física de nuestros seres queridos. Nuestros padres no son eternos; son ellos quienes deberían estar más conscientes de que la vida física no es eterna y, por ello, deberían hablarnos sin cortapisas acerca de la muerte... Pero, quizás por desear proteger a sus hijos de una experiencia traumática de esa clase (algo mal hecho, porque la muerte es lo único que tenemos seguro en la vida), evaden el tema o bien lo rechazan de plano y cuando llega ese momento, el choque frontal con la crudeza de la muerte es de tal grado que a muchos les marca de por vida.

En 1985 perdí a mi abuela paterna, quien prácticamente nos crió a mí y a mi hermano (nuestros padres trabajaban de lunes a sábado, por lo que sólo los veíamos a primera hora de la mañana y luego por la noche, además de los domingos). Fue la primera muerte en la familia que tuve que enfrentar, siendo adolescente. 10 años después falleció mi suegro Don Tulio y, con la experiencia anterior, ayudé a mi esposa a sobrellevar el trance. Luego vinieron los decesos de mi abuela materna (2002), mi cuñado (2007) y mi suegra (2015). En todos estos casos, el dolor de la pérdida siempre estuvo presente, porque pensamos, equivocadamente, que nuestros parientes nunca fallecerán... La preparación para la muerte debería estar ya programada, sembrada en nuestros cerebros, pero no es así.

Tarde o temprano, la muerte toca nuestras vidas y no podemos eludir ni ignorar esto. Ahí están los recordatorios constantes de lo efímero de nuestra existencia física: los cementerios. Cualquiera de mis hipotéticos lectores puede ir un día a visitar un camposanto para que reflexione sobre su propio fin o el de los suyos, porque quiéralo o no, llegará ese día.

¿Qué hacer entonces?

Negarse a vivir la realidad no es lo más indicado.

Lo primero que tuve que aprender con el demoledor golpe que significó el fallecimiento de Yuvia fue que mi vida física no estaba atada a la suya. Cuando nos casamos, le pedimos al Eterno que nos concediera morir juntos y al mismo tiempo, para que el uno no sufriera la pérdida del otro. Ambos deseábamos de corazón que El Eterno hiciera la excepción con nosotros y nos concediera esa gracia... Pero, aunque ciertamente han ocurrido, tales excepciones son extremadamente raras. Yuvia y yo no fuimos la excepción. 

En segundo término, comprendí que yo soy el responsable de mi propio bienestar, sea solo o acompañado. Tenía que seguir comiendo, trabajando, cuidando de mi salud física y emocional, porque es mi organismo, mi mente, mi espíritu; nadie vive en mi cuerpo, salvo yo mismo. Evadir tal realidad es imposible.

Fue entonces que tomé cuatro decisiones para, de algún modo, ayudarme a mí mismo a enfrentar la dolorosa realidad de estar sin la presencia física de mi gordita bella: 

1) Desechar la ingesta de licor.- En situaciones de duelo, el alcohol es muy mal consejero y su consumo puede despertar al monstruo de la depresión, conducir al alcoholismo crónico y acabar con una vida que aún puede reconstruirse.

2) Evitar escuchar música romántica.- Mi esposa y yo teníamos nuestras canciones y cuando las escuchábamos, nos sentíamos muy unidos. Una pieza de Franco de Vita, "No hay cielo", fue la señal que Dios me dio para saber que Yuvia sería mi esposa teniendo apenas una semana de noviazgo. Esa canción me recuerda su amor y su entrega hacia mí... pero escucharla sin estar ella presente, ahora, sería algo en verdad dolorosísimo y acabaría por desmoronar lo poco de fortaleza emocional que he logrado sostener.

3) Mantener el contacto social.- El aislamiento es un mal proceder, porque nos pone completamente a solas con nuestros recuerdos, nuestros sentimientos de dolor y de tristeza, sin permirtirle a un familiar o a un amigo que nos asista en esos momentos tan difíciles. Aislarse es escribir la propia sentencia de muerte, enterrarse vivo/a sin posibilidades de salvación. Y eso es abofetear a quienes nos aman y desean ayudarnos... Es el pecado de la ingratitud.

4) Evitar la autocompasión y el autodesprecio.- La partida física de un ser querido, increíblemente, despierta en algunas personas la sensación de que no hicieron bien algo y por eso deben culparse o bien llegan a un punto en el cual se apocan al extremo de autocompadecerse, en el mejor estilo del "¡Nadie me quiere!" de un personaje aparecido en las viejas comiquitas de "Tom y Jerry". Esa es una actitud sumamente tóxica que yo no estaba dispuesto a asumir.

Hasta el momento, estas 4 decisiones me han ayudado a mantenerme de pie ante esta adversidad. No son una panacea y no garantizo que sean 100% funcionales en otros casos (cada uno lleva su duelo a su modo), pero las comparto con mis hipotéticos lectores para, de algún modo, tratar de ayudar a quien está pasando por el difícil trance de haber perdido a alguien muy significativo en su vida.

Comentarios

  1. Buenas noches, tengo mucha fe que Dios lo va ayudar en este trance, recuerde que el pone cargas a quien puede con ellas. Hay que aferrarse a el que le dará el consuelo que necesita

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  2. Buenas noches querido Rances, Dios le permitió vivir a tu lado el tiempo que el eterno tenía para ella. En este momento de soledad pedimos al Dios Todopoderoso que mediante la escritura seas tú, un instrumento de apoyo para aquellos que hemos perdido nuestros seres amados... No es fácil porque nunca nos han enseñado a perder y menos a perder a nuestros seres queridos... Y lo más frágil, lo más certero y lo más seguro es que nuestra existencia es efímera y tiene tiempo. Lo que puedo decirte Ranses es que cuando sea aquí estaré para ti, así como tú y mi Miyu siempre estuvieron para mí y los míos.

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    1. Muchísimas gracias. En el Nombre del Dios Único y Eterno, que Así Sea.

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  3. Buen día rances, Ten mucha fe, y esperanza de que vas a ver nuevamente a yubia en la eternidad, solo piensa en todo lo bonito que ella dejo en ti, en tu ❤, quien fue una mujer con muchas fortalezas, ejemplar, se que es difícil e no imposible de superar.. aférrate a mi Dios que es el único que nos consuela en los momentos difíciles.

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