"(...) NUNCA TE OLVIDES DE DIOS".
¿Qué habría sido de mí, en esta crisis personal, si me hubiese olvidado de Dios?
Desde mi niñez me he sentido atraído por el mundo religioso-espiritual. Yo acompañaba a mi abuela paterna Agripina cuando asistía a los oficios religiosos en el templo católico de Barrio Sucre, en San Cristóbal (Venezuela); cada vez que veía al sacerdote oficiar la misa, me llamaban la atención sus gestos y palabras. Luego, en mi adolescencia, ingresé a una agrupación juvenil vinculada con la Renovación Carismática Católica, donde permanecí unos diez años y conocí a Yuvia. Ella y yo nos unimos en matrimonio bajo el rito católico. Después, durante los años de carrera militar, me uní a una congregación cristiana evangélica, con la que permanecí cerca de dos años. Asimismo, conocí a algunas personas que profesaban el judaísmo, el islamismo, la santería y el espiritismo; de cada una de esas ramas religiosas aprendí mucho y tomé lo positivo, siguiendo el consejo del apóstol Pablo de Tarso. Todo esto consolidó mi certeza de que existe Un Dios Único, Omnipotente y Onmisapiente, que vela por Su creación, pero muy especialmente cuida de Sus hijos, los que hemos aceptado vivir bajo Su Voluntad.
Valga este "prólogo" para mostrar mi postura acerca de la realidad de Dios y para explicar mi actitud ante los eventos ocurridos a finales de enero de este 2022.
Habrá alguien entre mis hipotéticos lectores que se pregunten ¿Cómo es que sigo creyendo en Dios ante la cruda realidad del fallecimiento de mi esposa? ¿No que Él vela por el bienestar de Sus hijos? ¿Por qué abandona a los suyos? Conocí a alguien que se hizo estas preguntas tras perder a un ser muy querido; consideró que Dios le había fallado y llegó a decir: "¡Si Dios fuera realmente bueno, no me habría quitado a (x)! ¡No quiero saber nada de Dios!". Era inútil razonar con esa persona en ese momento y no sé si, con el tiempo, habrá recapacitado; lo único que sé es que, a la hora de la prueba, la fe de esa persona en Dios se derrumbó.
En mi caso, no fue así. Durante las horas difíciles de la hospitalización y crisis respiratoria de mi gordita bella, me sostuve con la oración constante y pedí por su salud; cuando me dieron la noticia de su partida terrenal, me derrumbé emocional y anímicamente... pero mi fe no se resquebrajó: en medio del inenarrable dolor, solamente dije "Que se cumpla Tu Voluntad, Señor" y dejé que todo fluyera como Él lo dispusiera, tal y como ha ocurrido hasta la presente fecha.
A las cuatro decisiones de las que hablé en una entrada anterior se une la determinación firme de mantenerme en el camino de la fe. La vida espiritual ha sido determinante para no derrumbarme por completo, porque ¿qué sería de mí sin Dios?. Él ha cuidado de mí durante mi jornada por el duro sendero de la viudez: ha provisto sustento material, orientación espiritual y apoyo emocional mediante familiares y amigos (a quienes mencionaré muy pronto en alguna de mis futuras entradas, como un pequeño agradecimiento por tan gran ayuda hacia mí en esos momentos tan fuertes); además, me ha mostrado que mi Michu bella está bien en su nueva condición, abriéndome aún más los ojos del entendimiento para comprender la existencia real del mundo espiritual... ¿Acaso no ha hecho muchísimo por mí?
Por eso, apoyarse en la Fuerza que Ciertamente Es El Todopoderoso tiene que ser primordial para quienes pasan por el difícil trance de perder a un ser amado.
Oración, confianza y paciencia; Dios responderá.

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